La comodidad psicológica

Todos hemos escuchado aquello de "hay que dar el beneficio de la duda" como si hacerlo fuera un acto supremo de sabiduría y generosidad. 

La teoría es bonita: antes de juzgar, debemos observar, analizar y dejar espacio a la posibilidad de que no todo sea lo que parece.  

Pero aquí viene la ironía: solemos otorgar el beneficio de la duda justo cuando menos lo necesitamos, y esto es muy sospechoso…

Cuando nos encontramos en un verdadero dilema y no sabemos qué pensar, no solemos ser tan generosos. Nuestra mente activa el modo detective y empezamos a buscar pruebas, argumentos y justificaciones.  

El problema no es que dudemos.

El problema es que llamamos ‘beneficio de la duda’ a lo que en realidad es simple comodidad psicológica.

Si realmente queremos que el beneficio de la duda no sea una frase vacía, debemos:

1. Aplicarlo en situaciones donde la incertidumbre es real, no únicamente donde nos resulte conveniente.

2. Reconocer nuestros sesgos: ¿Estamos dando el beneficio de la duda porque queremos ser justos, o porque nos conviene pensar que todo está bien?  

3. Aceptar la posibilidad de que estemos equivocad@s. La duda será un beneficio cuando realmente estemos abiertos a valorar otras perspectivas.  

En resumen, la próxima vez que creas que estás siendo indulgente con el beneficio de la duda, pregúntate si realmente estás dudando… o si, en el fondo, ya tenías tu decisión tomada. Porque al final, nada es más irónico que una duda con certezas. 

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