Hoy quiero escribir sobre algo que llevo tiempo reflexionando: el delicado equilibrio entre la dignidad y la humanidad en el trato personal.
¿Cuántas veces te has preguntado si defender tu dignidad implica endurecerte, o si permitir tu humanidad te puede hacer parecer más vulnerable de lo que quisieras?
La verdad es que ambas son esenciales:
- La dignidad te sostiene en los momentos difíciles, te recuerda que eres una persona valiosa por el mero hecho de existir.
- La humanidad, en cambio, te acerca a los demás y te permite comprender que todos, yo incluida, llevamos nuestras propias cargas y cometemos errores.
No necesitas elegir entre una y otra, sino aprender a convivir con ambas.
¿Cuántas veces, cuando algo no sale bien, te has dicho “no sirvo”, en lugar de “estoy aprendiendo”?
La Programación Neurolingüística (PNL) puede ayudar mucho a observar cómo te hablas a tí mism@ en esos momentos de crisis. Y créeme, es increíble cómo una sola palabra puede cambiar completamente nuestra percepción de nosotros mismos y/o de cualquier situación. Y es que la tranquilidad y la felicidad no dependen exclusivamente de lo que ocurre a tu alrededor.
Con cada dificultad, puedes decidir desde qué perspectiva mirar la situación. Evidentemente, no siempre será fácil, pero si utilizas los correctos anclajes emocionales—un recuerdo, una imagen mental, incluso una canción—podrás recuperar tu centro y recordar que la tempestad, por fuerte que sea, no durará para siempre.
Así que aquí te invito a explorar tu propia capacidad de integrar dignidad y humanidad, aceptando que ser firme no significa ser insensible, y que ser compasiv@ no significa perderte a tí mism@ en los demás.
Porque quizás ahí radique la verdadera paz: en saber que puedes sostener tu propia valía sin dejar de ser profundamente humana.
Con cariño.
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