A primera vista así es.
Hay quien vive el carnaval todo el año y se muestra al mundo tal y como le gustaría que fuera percibid@ por los demás.
Y eso no es nada malo. A veces todos tenemos que “actuar” para adaptarnos a una circunstancia, un ambiente, un trabajo…
Pero ¿cuándo si es un problema?
Lo es cuando disfrazándote te crees mejor que los demás; Cuando crees que nadie te puede toser, porque crees estar muy alt@ (y la verdad es que se te ha olvidado que vas subido a unos zancos).
Decía San Agustín que la soberbia no es grandeza sino hinchazón, y aquello que está hinchado puede parecer grande pero realmente no está sano.
Puedes ser sal y conservar tu fachada en ciertos contextos sociales; puedes ser azúcar aunque te encuentres que hay much@s a los que no les guste el dulce, pero seas quien seas y te disfraces de lo que te quieras disfrazar, no pierdas la humildad.
Aunque un disfraz tenga precio, nunca tendrá valor.
Las personas, su autenticidad y su humildad SI.
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