El Botiquín Emocional

Imagina que tienes un amig@, que siempre parece estar bastante agobiad@... 

Cada vez que quedáis, terminas escuchando una larga lista de quejas sobre su vida, su trabajo y sus relaciones. 

Pero hay algo curioso en la forma en que te expone sus problemas: siempre es víctima de todo y nunca es nada su culpa. Siempre hay alguien más responsable de sus desgracias, y de alguna manera, tú siempre terminas sintiéndote culpable por no poder ayudarle más.

Un día, tú amig@ te pide un favor importante. 

Tú, siendo un buen amig@ de tus amig@s, accedes a ayudarle.

Sin embargo, con el tiempo, te das cuenta de que lo que parecía una "emergencia" sólo era una excusa y que te ha utilizado para otros fines. 

Si cuando intentas hablar del tema, tu amig@ se muestra evasivo y te hace sentir egoísta o poco empático por pedirle que te explique, o si te recuerda todos los momentos en los que “estuvo ahí" para ti, según argumenta “sin necesitar una razón” exagerando sus actos de bondad pasados… estarás ante un claro ejemplo de manipulador(a) emocional. 


Quien creías tu amig@ ha creado un ciclo en el que él/ella es siempre la víctima y los demás son los salvadores, o peor aún, los victimarios si no cumplen con sus expectativas. 

Ha evitado asumir la responsabilidad de sus acciones y, en su lugar, ha transferido esa carga a los demás, utilizando la culpa y la obligación como herramientas de control.

Y este es el momento de quitarse la tirita, es decir, enfrentar la realidad de que la relación con esta amistad es perjudicial. 

Aunque pueda doler al principio, y aunque tu amig@ intente hacerte sentir mal por ello, es un paso necesario para tu propio bienestar emocional.

Hacerlo no es fácil.

El primer instante es de shock, una mezcla de alivio y temor, una sensación aguda que nos hace cuestionar nuestra decisión. Es un acto de valentía enfrentarse a ese dolor inicial, necesario para dejar atrás aquello que nos intoxica, pero sobre todo para SANAR.

La vida es demasiado corta para pasarla lidiando con pesos que no nos corresponden. 

Por eso, asumir la responsabilidad de nuestras acciones, establecer límites saludables y aprender a decir "no" son pasos cruciales en este camino. 

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