Cuando confrontamos a alguien que nos importa, con honestidad y pedimos transparencia y responsabilidad afectiva, la incertidumbre juega un papel crucial, tanto en la anticipación de la respuesta como en la preparación para sus consecuencias.
En esos momentos de vulnerabilidad compartida, la incertidumbre puede ser una fuente de ansiedad: no sabemos cómo reaccionará la otra persona, si estará dispuesta a corresponder nuestra apertura o si se cerrará ante la posibilidad de exponerse.
Los efectos secundarios pueden ser varios: estrés, parálisis por sobre-analizar la situación, perdernos en un bucle de dudas sobre nuestras acciones, sobre si vale la pena ser tan honesto....despojándonos de una sensación de control y seguridad que no nos gusta perder, y haciéndonos sentir (muy) impotentes.
Sin embargo, la incertidumbre también puede ser un catalizador para el crecimiento y la profundización de las relaciones. Al enfrentarla, demostramos coraje y un compromiso con la autenticidad.
La honestidad en medio de la incertidumbre es un acto de fe en la otra persona y en la relación misma, y supone una oferta de confianza que puede fortalecer los lazos si es correspondida.
A pesar de las muchas dudas que puedan surgir en el camino, y a pesar de las muchas preguntas incómodas que puedan plantearse...
Porque aprender a manejar la incertidumbre, nos hace más resilientes, más flexibles, nos hace crecer, a nivel personal y también juntos), y sobre todo, nos recuerda que está bien soñar e ilusionarse, pero hay que vivir en el presente y apreciar lo que tenemos ahora.
El post de hoy, aunque lejos de la aproximación físico-cuántica de Werner Heisenberg, es una dedicatoria.
Gracias por inspirarme.

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