¿Qué es una conciencia?… decía Pepito Grillo

¿Eres de l@s que trabaja como un(a) burr@ y aún así sientes que no has hecho suficiente, o que podías haberlo hecho mejor?

En un mundo donde el tic-tac del reloj marca el ritmo frenético de nuestras vidas, surge un peligroso “enemigo”, el cual se alimenta de nuestras inseguridades, nos susurra que lo que hacemos nunca es suficiente y por tanto, que siempre debemos hacer más…hablamos del síndrome de la productividad esforzada, también conocido como "dismorfia de productividad".

El síndrome de la productividad esforzada y la autoexigencia son dos caras de una misma moneda que reflejan una lucha interna por cumplir con unos estándares de rendimiento, a menudo, inalcanzables. 

La autoexigencia puede comenzar como un impulso positivo, un deseo de mejorar y alcanzar el éxito. Sin embargo, cuando se convierte en una exigencia excesiva, donde nos imponemos metas extremadamente altas y nos auto-sometemos a una presión constante para alcanzarlas, la exigencia puede llevarnos a un estado de estrés crónico, agotamiento y de desánimo.

Es importante reconocer las raíces de esta autoexigencia: inseguridades profundas, necesidad de validación externa, miedo a no ser suficiente…

Para gestionar estos efectos, es crucial desarrollar una autoimagen más compasiva y realista: estableciendo metas realistas, celebrando los logros, por pequeños que sean, y aprendiendo a valorar tanto el proceso  como el resultado. 

De esta manera fomentamos una autoestima estable que no fluctuará con nuestra percepción de éxito o fracaso.

Recuerda que la verdadera productividad y el éxito no se miden únicamente por los resultados, sino también por la capacidad de mantener un equilibrio saludable entre el trabajo y la vida personal.

Disfruta del camino tanto como de la meta.

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