El post de hoy quiero dedicarlo a tod@s aquell@s que estáis atravesando momentos complicados y dolorosos, a quienes tenéis la sensación de que estáis sol@s, y si pensáis que no podéis más…
SI, PUEDES.
A veces, todo te tiene que salir mal para darte cuenta de quién eres, a quién debes tener a tu lado y qué no puedes volver a permitirte en tu vida.
He aquí una verdad fundamental sobre el crecimiento personal y la resiliencia: los momentos de adversidad y fracaso son cruciales para conocernos a nosotros mismos, y nos revelan cuáles son nuestras verdaderas fortalezas y debilidades.
El sufrimiento pesa, duele, ahoga… pero tiene un innegable potencial transformador.
Nos enseña, nos moldea y, en última instancia, nos guía hacia una versión más consciente y fortalecida de nosotros mismos.
Esta capacidad de sobreponerse cuando vienen mal dadás se llama RESILIENCIA.
Para desarrollarla es importante:
1. Reconocer tus emociones, reacciones y comportamientos frente a las adversidades.
2. Crear una rutina y buscar pequeñas victorias diarias.
3. Practicar la autocompasión y ser amable contigo mismo (como lo harías con amig@s que estén atravesando dificultades).
4. Establecer y nutrir conexiones con personas que te apoyen y te brinden seguridad emocional.
5. Enfrentar las situaciones difíciles de forma directa y buscar soluciones en lugar de evitarlas.
6. Reflexionar sobre experiencias pasadas que si superaste.
7. Mantener una visión positiva de la vida y confiar en tus habilidades para superar los desafíos.
8. Entender que el cambio es parte de la vida y adaptarse a él puede mejorar tu capacidad de resiliencia.
9. Desarrollar mentalidad de crecimiento y ver los desafíos como oportunidades para aprender y crece.
10. Aprender a tomar decisiones asertivas en momentos de presión.
La resiliencia es un proceso personal y continuo. No se trata de una habilidad para sobrevivir a las zancadillas de la vida, sino es el arte de aprender a bailar bajo la lluvia.
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