LA FATIGA TELEMÁTICA

La fatiga digital o fatiga telemática podemos definirla como un estado de agotamiento físico y mental provocado por el uso excesivo y prolongado de dispositivos electrónicos (ordenadores, tablets o móviles), que nos conectan con otras personas a través de videollamadas, chats o redes sociales.

Se trata de un fenómeno que ya en 2018 fue reconocido como riesgo laboral; sin embargo, sus efectos se han hecho más evidentes y frecuentes a raíz de la Pandemia, por la que muchos de nosotros nos vimos obligados a trabajar, estudiar y/o comunicarnos con nuestros familiares y amigos a través de medios digitales.


Los efectos emocionales de este tipo de fatiga pueden ser muy variados y negativos, afectando a nuestra salud mental, nuestro bienestar emocional, nuestra identidad, nuestras relaciones y nuestra ética:

•  Trastornos del sueño, como insomnio, pesadillas o somnolencia diurna.

•  Nerviosismo, irritabilidad, ansiedad o estrés.

•  Sensación de agotamiento físico y mental, falta de energía, motivación o concentración.

•  Angustia, tristeza, depresión o baja autoestima.

•  Impotencia, frustración, culpa o resentimiento.

•  Dolores de cabeza, musculares, oculares o digestivos. 

•  Sensación de aislamiento, soledad, desconfianza o conflictos interpersonales.

•  Prejuicios, discriminación, pérdida de privacidad o dilemas éticos...

Para evitar o minimizar estos efectos emocionales, es necesario adoptar medidas de prevención, regulación, educación y concienciación sobre el uso adecuado y responsable de la tecnología. Por ejemplo:

•  Establecer horarios y rutinas que nos permitan organizar y planificar nuestro trabajo, estudio y ocio, respetando los tiempos de descanso y desconexión. 

•  Crear un espacio adecuado y cómodo para realizar nuestras actividades telemáticas, evitando las distracciones, el ruido y la iluminación excesiva.

•  Ajustar los dispositivos y las aplicaciones que utilizamos, reduciendo el brillo, el volumen y las notificaciones, y eligiendo las opciones que más se adapten a nuestras necesidades y preferencias.

•  Alternar el uso de la tecnología con otras actividades que nos permitan desconectar, relajarnos y divertirnos, como leer, hacer ejercicio, meditar, escuchar música, etc.

•  Mantener el contacto humano presencial con las personas que nos importan, siempre que sea posible y respetando las medidas sanitarias, y expresarles nuestros sentimientos, preocupaciones y necesidades.

•  Buscar ayuda profesional si sentimos que la fatiga telemática nos supera o nos impide llevar una vida normal y satisfactoria.

Además de estas medidas, también podemos acogernos al DERECHO A LA DESCONEXIÓN DIGITAL, que es el derecho que tenemos los trabajadores para no tener que conectarnos a ningún dispositivo profesional de la empresa durante nuestro descanso o nuestras vacaciones, así como no contestar o responder a llamadas, mensajes de texto, correos electrónicos, asistir a videoconferencias o cualquier otra forma de comunicación digital fuera del horario laboral.

Este derecho asegura nuestro derecho al descanso, respetando nuestra intimidad personal y familiar, así como nuestra privacidad digital fuera del horario laboral. Además, funciona como una medida de prevención de riesgos laborales, ya que el no desconectar nunca del trabajo está relacionado con una alta probabilidad de sufrir estrés y ansiedad.

Y dado que empiezan oficialmente las Vacaciones de Navidad, yo también me voy a acoger a unos días de desconexión digital tras esta publicación que irá cogida de la mano a la de mañana, Domingo de Catarsis, para la cual he preparado un ejercicio que plantea el reto de la plena desconexión digital.

Espero que este post te haya resultado útil e interesante. 

Recuerda que la tecnología es una herramienta que puede facilitarnos la vida, pero que también debemos usarla con moderación y criterio. 

Cuídate mucho y... 

¡FELICES FIESTAS!


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